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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado

Capítulo 45
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Capítulo 45

Después de hablar, Rafael se enderezó.

Violeta seguía mirándolo atónita, con su aliento todavia en sus labios,

Ella pensó que…

Rafael la miró de reojo, “No quieres bajarte del auto?”

La expresión fría y habitual en sus ojos no cambió, pero Violeta se ruborizó.

“No es eso!” negó ella con la cabeza.

Desabrocho el cinturón de seguridad y rápidamente saltó del asiento. Antes de cerrar la puerta del

auto, se inclinó hacia él y dijo, “Sr. Castillo, subiré primero, conduzca con cuidado… Buenas noches.”

Dicho esto, de manera timida, Violeta corrió hacia el edificio.

No subió inmediatamente, sino que se escondió detrás de la puerta.

No fue hasta que el Range Rover blanco volvió a arrancar que asomó lentamente la cabeza.

Bajo la luz intermitente en la oscuridad de la noche, algo inusual cruzó por su mente.

La tarde del día siguiente, después de una reunión en la empresa, su lider Diego la llamó aparte.

Le pidió que le preparara algunos documentos para una reunión con una empresa asociada.

Violeta, por supuesto, no se atrevió a tomarselo a la ligera y media hora después, abandonó la

empresa con Diego.

El taxi se detuvo en la zona más bulliciosa del centro de la ciudad, donde lo primero que vieron fue un

imponente rascacielos.

Cuando Violeta vio el prominente “Grupo Castillo”, entendió por qué Diego queria traerla aqui,

probablemente estaba sospechando de alguna complicidad entre ella y Rafael después de la cena.

Después de esperar media hora en la sala de reuniones, Rafael, con su alta figura, llegó tarde,

seguido por su asistente Raúl.

Al verla, se le vio un poco sorprendido, pero solo por un breve momento.

Aún vestia un traje negro a medida, con las lineas de los hombros ajustadas y una corbata

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perfectamente anudada. De pies a cabeza, irradiaba elegancia y glamour.

Después de sentarse, Raúl inmediatamente le pasó los documentos.

“Lo siento”.

Eso fue todo lo que dijo antes de sumergirse en el trabajo, y luego miró a cada uno a la cara.

Este era el primer encuentro de Violeta con el Sr. Castillo en un ambiente de trabajo.

Aparte de su habitual seriedad, también demostraba rigor, sin palabras innecesarias, pero imponiendo

respeto. No era de extrañar que muchos

se inclinen ante él.

Al final de la reunión, Violeta sintió que una cuerda en su cabeza no paraba se tensarse.

Recogió los documentos que había traido y salió del ascensor con Diego.

Acababan de salir por la puerta giratoria del edificio cuando alguien detrás de ellos grito

respetuosamente “Sr. Castillo”.

Violeta y Diego se giraron al unisono para ver a Rafael y Raúl saliendo del edificio, aparentemente con

algo que hacer.

De manera casual, Rafael dijo: “Estoy en su camino, los puedo llevar.”

“Muchas gracias, Sr. Castillo!” respondió inmediatamente Diego.

A la orilla de la carretera estaba estacionado un Bentley negro, Raúl ya habia corrido a abrir la puerta

trasera.

Violeta fue casi arrastrada por Diego al auto. Cuando vio a Rafael entrar, él le dijo, “Violeta, rápido,

siéntate en el medio!”

“Eh…”

Antes de que pudiera negarse, ya había sido empujada dentro.

El conductor arrancó el auto, y Violeta terminó atrapada entre Rafael y Diego, este último parecía muy

emocionado por su atención y pasó todo el viaje hablando con él y halagándolo.

Rafael siempre ha sido indiferente a los elogios, ocasionalmente solo mostraba una sonrisa.

Violeta miraba hacia adelante, escuchando a ambos lados, de repente, sintió una mano en su pierna.

Su corazón latía con fuerza.

Intentó apartar esa mano, pero él la apretó aún más.

El calor de su mano se filtraba por su piel, incluso parecía estar dibujando círculos con sus dedos.

El aliento de Violeta se ralentizó, mordiéndose el labio le recordó, “…Sr., Sr. Castillo?”

“¿Qué pasa?” Rafael la miró de reojo.

Con un aire despreocupado y una expresión seria, incluso Diego se vio obligado a mirarla.

Violeta no pudo levantar la mano izquierda y el rubor poco a poco se apoderó de su rostro.

Sabia, al igual que cuando habia extendido su pie bajo la mesa durante la cena con Estela, que él era

un experto haciendo ese tipo de gestos. “No es nada, solo queria agradecerte por llevarnos…”

Violeta solo pudo inventar esa frase y justo cuando su rostro estaba a punto de arder de vergüenza, la

mano de Rafael se retiró lentamente. Lo que acababa de suceder parecía una broma deliberada, pero

también un toque accidental.

Al regresar a la oficina, justo cuando Violeta se sentaba frente a su escritorio, su teléfono móvil vibró

Era un número desconocido, así que dudó un poco antes de contestar, “¿Hola?”

“Soy yo”

La voz de hombre que acababa de escuchar hizo que Violeta casi perdiera el control.

Rafael parecia estar aún en su coche, y desde el ruido del motor de fondo, le ordenó: “Ven a las

nueve.”

Violeta sintió un zumbido en los oidos.

Todos los poros de su cuerpo parecian expandirse, recordándole su promesa de estar disponible en

todo momento.

“Bien…”, respondió obediente.

Luego, notó que la llamada aún estaba en curso, y justo cuando estaba a punto de preguntarle,

escuchó su tranquila voz decir: “Recuerda traer dos cajas de condones.”

“…” Violeta casi se ahoga con su propia saliva.

“¿Acaso no sabes que solo puedes tomar la pildora del dia después dos veces al año?”

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“…Lo sé.”

Después de colgar apresuradamente el teléfono, el rostro de Violeta se encendió aún más que en el

coche.

Violeta habia estado inquieta desde que recibió la llamada de Rafael.

Después de dejar su trabajo en el club, tenía mucho tiempo libre.

Acompañó a su abuela en el hospital hasta que anocheció, y luego corrió a encontrarse con Rafael

una hora antes para evitar llegar tarde.

Antes de subir al autobús, entró en una pequeña tienda.

Quizás debido a la hora, había muchos clientes en la tienda. Violeta miró rápidamente a todos los

productos en los estantes, solo se detuvo en un lugar.

Miró a su alrededor y, con la cara roja, agarró dos cajas de condones a escondidas de todos.

“Señorita, necesita ayuda?”

Cuando le tocó pagar, el cajero le preguntó mientras sostenia el lector de código de barras.

Violeta apenas pudo levantar la cabeza, después de un rato, entregó las cajas que tenía en la mano y

murmuró como un mosquito en verano:

Umm, solo voy a comprar esto…”

Después de pagar, sin atreverse a mirar la mirada burlona del cajero, salió corriendo de la tienda.

Nunca volveria de nuevo a esa tienda…

Metió las cajas en su bolso, y solo entonces Violeta se dio cuenta: ¿por qué tenia que ser ella la que

comprara los condones?

A las nueve en punto, bajó del autobús justo a tiempo.

Pero una vez que entró en el complejo residencial, Violeta se detuvo, mirando todos esos edificios

altos y sin saber en cuál entran. Desafortunadamente, tenía la costumbre de borrar su historial de

llamadas.

“¿Por qué aún no has llegado?!*

Media hora después, Rafael la llamó, su tono de voz demostraba su irritación.

Violeta miró su sombra en el suelo, y se sintió corno un niño que había hecho algo mal, y respondió

con un tono de voz lastimoso, “Olvidé en cual edificio vives…”